A la pregunta expresa de ¿cuántos años tienes? hacia a alguna mujer, he escuchado en muchas ocasiones una inmediata y terrible contra pregunta: ¿de cuántos me ves? Lo cual, desde mi punto de vista es absurdo.
En primer lugar, debido a que no logro entender por qué alguien debería determinar nuestra edad, dependiendo de su percepción.
En segundo lugar, no se responde con otra pregunta. Y, en tercer lugar, no creo justo que tengamos que contestar con alguna frase de aprobación hacia nuestro interlocutor, o peor aún dejar en otra persona la responsabilidad de calcularnos la edad.
La edad no es importante para mí, no es limitante para el trabajo, las relaciones, el talento y mucho menos la diversión. Sin embargo, en el mundo laboral, así como en la mayoría de las competencias humanas para muchas mujeres el paso del tiempo es un enemigo cruel.
Y hablemos de verdades: ellos maduran; nosotras envejecemos. Ellos se ven interesantes ante la falta de melanina (canas abundantes); nosotras chocheamos y “damos el viejazo”. Ellos embarnecieron; nosotras engordamos. Ellos se equivocaron, “se echaron una cana al aire”; nosotras no podríamos tener una aventura y de ser así, sería un secreto que llevaríamos a la tumba; claro antes de ir al infierno por pecadoras para toda la eternidad.
Socialmente las mujeres somos criticadas con cada arruga, mancha de sol, estría, “llantita” o cana que se asoma con el paso de los años. Un proceso natural que es imposible detener por más cremas, tratamientos y cirugías, que logran atenuar la edad.
En el terreno laboral a la mayoría de las mujeres nos van rezagando, nos esconden, nos limitan, y en muchas ocasiones la suerte de las profesionales mayores queda, en el mejor de los casos, al albur de la sensibilidad de los equipos de recursos humanos de las empresas.
Al final del día, las mujeres nos enfrentamos a una serie de estigmas y marcos teóricos adquiridos que complican nuestras decisiones y crecimiento emocional.
Si algunas mujeres no se convierten en madres de familia, se casan o estudian a ciertas edades, son percibidas como personas equivocadas, fracasadas o victimizadas. En pláticas de salones de belleza salen a relucir frases como: “Pobre, jamás se casó”, “Ella, no tuvo hijos, solo mascotas”, “No logró estudiar”, “Con los años que tiene, si no tiene pareja por algo será”, etc…
Junto al racismo y al sexismo, el edadismo es una de las formas más extendidas de discriminación. A menudo, las mujeres de edad avanzada son víctimas de prejuicios en su entorno personal, social y laboral, y detectar estas formas de discriminación implícitas en nuestro día a día resulta fundamental para erradicar el problema.
Lo anterior, está relacionado con el autoconcepto de cada mujer y en esta edición Rocío Hermelinda Brito Mora, especialista en psicología clínica, explica que el autoconcepto se desarrolla y sostiene como un proceso en movimiento. La persona actúa y, posteriormente, delibera sobre la acción tomada, afrontando tanto las expectativas propias como la valoración de los demás sobre dichas acciones.
Lo anterior, significa que el autoconcepto no es innato, sino que es elaborado por medio a las interacciones con el contexto social y a través del análisis y la reflexión de dichas interacciones.
Brito Mora, revela que en la adultez el autoconcepto de las mujeres está matizado por las exigencias que la familia y la sociedad imponen, al demandar un ideal femenino tan sobredimensionado e irreal que el esfuerzo para alcanzarlo resulta extenuante, por lo cual a algunas mujeres se les dificulta vivir su yo auténtico, disminuyendo, así, su propia estima. Una autoestima empequeñecida resulta paralizante, entonces, sucede que si no me creo valiosa no me creo capaz de salir de mi realidad.
Ante esta realidad, la psicóloga recomienda que trabajemos día a día en estos temas, con el fin de conformar nuestra identidad de acuerdo con nuestros proyectos de vida y buscar nuestra autonomía; puesto que, si bien podemos ser independientes, nos cuesta mucho aceptar que no somos autónomas al 100 por ciento. El qué dirán, y el cómo es la percepción de los otros sobre nuestra personalidad, nos preocupa constantemente.
De Mujer a Mujer, te aseguro que sí podemos perder el miedo al futuro y dejar de lado la nostalgia por el pasado, para dar paso al presente y vivirlo intensamente.
Con 20, 30, 40, 50 y más la vida sigue, el amor se siente, el trabajo emociona, los errores se superan, la salud se recupera, el sexo se mantiene, la emoción continúa, la diversión y los retos siguen siendo regalos preciosos que te permiten ser productiva, participativa, y útil.
Goza la vida y aprende hasta el último minuto, porque la VIDA es un recorrido lleno de experiencias y personas maravillosas que no te puedes perder.
Recuerda que “la juventud no tiene edad”, como decía Pablo Picasso.